Si conoces a alguien con problemas de movilidad o trabajas en el mundo de la sanidad ya sabrás lo que es una escara. Si no, aquí te lo explicamos de una manera sencilla. Se conoce con otros nombres como úlcera por presión o úlcera por decúbito, pero simplificando mucho una escara no deja de ser otra cosa que una herida en la piel.
Las escaras se producen como consecuencia de una mala circulación de la sangre en puntos muy localizados de la piel. La ausencia de circulación sanguínea hace que los nutrientes y oxígeno no lleguen de una forma adecuada a las células de esa zona, derivando en la muerte de éstas. Con la muerte de éstas células, se van formando las heridas o escaras que pueden ser más o menos graves en función de varias circunstancias.
Las escaras se originan como consecuencia de una presión localizada y continua en una parte del cuerpo. Normalmente en las proximidades de alguna zona con prominencias óseas. Las personas que, como consecuencia de una enfermedad, están mucho tiempo tumbadas o sentadas son las más propensas a este tipo de dolencias. Al permanecer tanto tiempo sin moverse, las zonas que soportan más peso y se localizan entre el cuerpo y la superficie de apoyo sufren una mayor presión. Esta presión, a la larga se traduce en la reducción del flujo sanguíneo que hemos comentado.
En función de la edad, tiempo sin movilidad, hidratación de la piel, alimentación, etc. las escaras pueden ser más o menos graves. En un nivel de gravedad más bajo podemos hablar de un simple enrojecimiento de la piel. Si bien no es un síntoma de gran preocupación sí que debe de servir como señal de alarma. Hay que tratar el problema a tiempo para que la escara no pase a las siguientes fases de su evolución natural.
En un segundo nivel de gravedad la herida empeora pudiendo llegar a afectar tanto epidermis como dermis. En este caso se produce una erosión de la piel evidente a simple vista. El grosor de la piel se ve afectado y la escara puede ser más o menos profunda alcanzando la parte más interna de la piel (dermis).
El tercer nivel de gravedad es considerado cuando se ha destruido totalmente toda la capa de la piel, epidermis y dermis han desaparecido en la zona donde ha crecido la escara. En esta etapa, las escaras comienzan a necrosar el tejido bajo la piel, siendo visible la grasa subcutánea.
Por último, en los casos más graves, puede llegar a haber daño en la parte más profunda. Así, las úlceras alcanzan el músculos, los huesos o los tendones.